viernes, 17 de abril de 2015

La zorra y el pescadero - oficios y profesiones - cuento

 Érase una vez un pescadero que llevaba pescado para venderlo en un pueblo de montaña.
    Una zorra, que tenía mucha hambre porque hacía días que no había comido, vio el carro del pescadero que iba por el camino y pensó: "¿Cómo me las arreglaría yo para comerme toda esta maravilla de pescado?"

    Entonces se le ocurrió una idea: "¡Ya está! Me pondré al borde del camino y me haré la muerta. El pescadero, cuando me vea, me recogerá para vender mi piel y me subirá al carro".
    Y así lo hizo. Se tumbó junto al camino, pasada una curva, y se quedó quieta, quieta, como si estuviera muerta. Cuando el pescadero pasó la curva, vio a la zorra y pensó:
    - "¡Troncho! ¡Qué zorra más hermosa! Podría recogerla y vender la piel... pero, ¡bah!, por una zorra no vale la pena."  Y siguió adelante su camino.
    La zorra pensó entonces: "Esta vez no me has recogido, pero subiré arriba, volveré a tumbarme al borde del camino y ¡ya veremos si me recoges o no!". Y así lo hizo, subiendo monte arriba por un atajo.

    Cuando el pescadero pasó la curva vio, otra vez, a la zorra que parecía completamente muerta.
    - "¡Troncho! -pensó-. ¡Otra zorra! Si hubiese recogido la primera ¡ya tendría dos! Pero, ¡bah!, por una zorra, no vale la pena."
    Y siguió camino adelante sin hacerle caso.
    La zorra, tozuda y astuta, pensó: "Esta vez tampoco me has recogido. Pero volveré a ponerme al borde del camino y ¡ya veremos si me recoges o no!" Y volvió a atajar monte arriba.

    Volvió a ponerse al borde del camino y volvió a hacerse la muerta. Cuando llegó el pescadero y la vio pensó sorprendidísimo:
    - "¡Repollos! ¡Otra zorra! Si hubiera recogido  las otras dos, ahora ya tendría tres. ¡Y mis buenos dineretes habría sacado! Nada, ¡esta vez sí que la cojo!" Y la subió al carro.
    Por el camino el pescadero iba pensando: "Chico, vaya suerte que he tenido hoy: venderé todo el carro de pescado y, además, la piel de la zorra. Y, a la vuelta, recogeré las otras dos zorras que he dejado por el camino para venderlas en la ciudad."

    Cuando llegó a la plaza del pueblo empezó a vocear:
    - ¡Mujeres, el pescadero! ¡Traigo pescado rico y fresco! ¡Recién pescado! Y, además, ¡una preciosa piel de zorra para quien pague mejor!

    Y se fue a la parte trasera del carro para descargarlo, pensando en el dineral que iba a ganar. Pero entonces, ¡diantre!, se quedó con un palmo de narices porque la picarona de la zorra se le había comido todo el pescado que llevaba y se había escapado a todo correr con la panza llena, llena.
    Y como dice Don Fermín, este cuento llegó a su fin.


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