jueves, 16 de abril de 2015

LAS OVEJAS DE LA MANTA NARANJA - animales de la granja - cuentos

escrito por: El Equipo de Cuentos Infantiles Cortos

Había una vez un rebaño de ovejas muy peculiar que vivían en una gran manta de color naranja. Las ovejas eran peculiares porque en vez de tener la lana de su cuerpo de color blanco, la tenían con dibujos de flores verdes, lunares blancos y estrellas celestes.
El rebaño estaba formado por unas cincuenta ovejas, todas con la cara muy sonriente y las patas muy delgadas. Así vivían en su manta naranja, siendo felices, sonriendo y con la conciencia bien tranquila porque sabían que su función no podía ser otra que abrigar.
Cuentos infantiles - Las ovejitas del pueblo
– “Una buena oveja se pasa la vida entera abrigando a los demás”, – dijo un día la oveja más vieja situada en la parte baja de la manta.
Las demás la miraron con cara de sorpresa y se decían unas a otras:
– “A la abuela oveja se le va un poco la cabeza, mira qué cosas dice, como si no lo supiéramos”.
Y así pasaron otra semana más dentro de su manta naranja, hasta que un buen día, para sorpresa de todas las ovejas, incluida la abuela oveja, la dueña de la manta se proclamó pastora oficial del rebaño, así que todas las ovejas se pusieron serias y empezaron a pensar que quizás tendrían que abandonar su querida manta, ya que tendrían que obedecer a su pastora sin protesta alguna.
La pastora se llamaba Beatriz, era una chica muy friolera que no se había separado de su manta desde que una amiga se la regaló, y el día que se proclamó pastora fue porque tenía tanto frío que pensó que si todas las ovejas dentro de la manta se juntaban y no dejaban espacios vacíos, la manta abrigaría más y ella dejaría de tener frío.
Las ovejas obedecieron y se juntaron mucho dentro de la manta, pero se molestaban unas a otras, se pisaban sin querer, balaban para hacerse hueco, las de las flores verdes discutían por estar juntas, las de las estrellas celestes lo mismo, y la abuela oveja que estaba en un extremo y que lo veía todo, de repente dijo:
– “Mi rebaño querido, por favor, dejad de balar y de protestar, si seguís así, Beatriz no querrá usar la manta y nosotras no alcanzaremos nuestra meta, que es abrigarla, así que tranquilizaos y veréis como hay sitio para todas”.
Así lo hicieron, cuando estuvieron tranquilas, vieron como todas cabían perfectamente y como una gran explanada de pasto naranja se mostraba ante sus ojos. Fue cuando se dieron cuenta de que además de que comerían mejor y tampoco tendrían frío, Beatriz estaría tan contenta por tener una manta tan cálida, que nuca las abandonaría.
Y así fue, la pastora no se separaba de la manta, las ovejas de nuevo volvieron a sonreír, y la pradera de pasto naranja que se había ampliado en la manta, cada día amanecía con nuevos brotes de hierba. Todas las ovejas fueron felices siempre, y Beatriz se hizo mayor con su manta preferida que tanto abrigaba sus gélidas piernas.
FIN

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