Era una tarde muy soleada y calurosa. Una zorra, que había estado cazando todo el día, estaba muy sedienta.
“Cómo me gustaría encontrar agua”, pensó la zorra.
En ese momento vió un racimo de uvas grandes y jugosas colgando muy alto de una parra. Las uvas parecían maduras y llenas de zumo.
“¡Oh, oh!” dijo la zorra mientras la boca se le hacía agua. “ El zumo dulce de uva saciará mi sed!”.
La zorra se puso de puntillas y se estiró todo lo alto que pudo, pero las uvas estaban fuera de su alcance.
No queriendo abandonar, la zorra tomó impuso para alcanzar las uvas. Fue inutil, no pudo alcanzar las uvas.
La zorra saltó y brincó una y otra vez pero no pudo alcanzar las uvas en ninguna ocasión. Al final la zorra estaba más sedienta y cansada que nunca.
“¡Qué tonta soy!” dijo la zorra con rabia. “Las uvas están verdes y no se pueden comer. De todas maneras, ¿para qué las querría?.
Y así se marchó la zorra.
Y así se marchó la zorra.
Nunca traslades la culpa a los demás de lo que no eres capaz de alcanzar.
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