creado por: Hugo Elangel
El sol desperezaba lo oscuro de la selva, los pájaros entregaban sus cánticos al nuevo día.
Así despertó un mono carayá muy travieso e inquieto, trepando por las ramas de los altos árboles, divirtiéndose con varios de sus hermanos, parloteando, arrojándose frutos, empujándose en las lianas.
Mientras jugaba este monito vio como del hueco de un árbol, salía un simpáticopájaro carpintero, y del que supuso, sería su nido.
Se acercó y sin poder contener su curiosidad, miró por el pequeño agujero. Se sorprendió cuando vio un fruto con un aroma muy rico y de un color rojo intenso. Fue así, que nuestro travieso amigo metió su mano, lo alcanzó con movimientos rápidos, pero cuando intentó sacar su mano, ésta quedó atorada en el hueco. Hizo fuerza, intentó sacarla muchas veces, pero al no poder llamó a sus hermanos para que le ayudaran.
Uno le tiraba la cola, otro de la cintura, otro del mismo brazo, pero todo era inútil. Estaban exhaustos, cuando apareció nuevamente el pequeño pájaro carpintero y les preguntó que había sucedido, que hacían en su nido. El monito muy asustado y apenado le contó su travesura. Entonces el carpinterito le dijo:
– “No temas, yo voy a sacarte, pero nunca más metas las manos en los nidos ajenos”.
Fue así, que se metió en el hueco del árbol y con mucha astucia dio un picotón en la mano del monito, obligándolo a abrir su puño y soltar el fruto. Le dijo:
– “Ahora saca tu mano amiguito”.
El monito, sin hacer fuerza, se vio liberado de la trampa de sus propias travesuras.
Muy felices los monitos, prometieron no tomar más lo que no les pertenece. Después empezaron a saltar y corrían por los árboles, cantaban canciones, y agradecieron al pequeño pájaro carpintero.
FIN
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