Bernarda era la jirafa más coqueta de la selva. Todas las mañanas, cuando se levantaba, adornaba su largo cuello con collares de flores de muchos colores y disfrutaba de su rico desayuno: una gran ensalada de hojas frescas que acompañaba con sorbitos de agua cristalina. Después de desayunar; se cepillaba a conciencia los dientes.
Vivía en la selva, rodeada de muchos árboles, cerca de un hermoso río.
Cierto día, el sol asomaba resplandeciente y, después de desayunar y lavarse los dientes, tuvo muchas ganas de salir a jugar.
Fue a buscar a sus amigos, el tigre Ferchu y Adolfo, el león.
-¡Vamos a jugar! ¡Corramos por los pastizales! Yo me escondo, ¿me buscáis?
-No tengo ganas ni fuerzas- le contestó Ferchu, dando un gran bostezo.
-Yo tampoco- agregó Adolfo.
Los dos estaban tumbados en la hierba, perezosos, sin ánimos ni energías.
-Amigos, esta mañana, las aves de nuestra selva dan un concierto sobre las rocas. Ya he visto pasar a un grupo de cotorras afilando sus picos y también a las cigüeñas, haciendo gárgaras en el río. Me han contado que las lechuzas van a encargarse de que haya silencio antes de comenzar y que los tucanes van a ser la primera voz. Si no tenéis ganas de jugar al escondite, vámonos ya al concierto, así seremos los primeros y estaremos en primera fila.
Adolfo y Ferchu se miraron y contestaron que no con un dedo, ellos preferían descansar. Bernarda los dejó allí y se fue al concierto.
Disfrutó mucho de las canciones y del maravilloso espectáculo que ofrecieron las aves, aunque también le causó mucha risa el ataque de hipo que tuvo la paloma cuando empezó la función.
Al día siguiente, la jirafa repitió su rutina, se levantó, se puso un collar, desayunó, se cepillo los dientes y salió a jugar. Nuevamente, se fue a buscar a sus amigos, pero se encontró con el mismo panorama. Allí estaban, desganados y malhumorados. Se quejaban porque hacía calor, porque había muchas moscas. Nada les parecía bien. Bernarda se alejó de ellos y se fue a correr con la cebra. Después conversó con los monos y, finalmente, bromeó con una serpiente.
Adolfo y Ferchu, lentamente, comprendieron cuál era el secreto de la energía de Bernarda y por fin decidieron imitarla.
Después de compartir un sabroso desayuno, fueron corriendo a buscar a Bernarda para ir a jugar y a trotar por la selva.
La jirafa no salía de su asombro al ver a sus amigos con tanta energía. Corrieron y se divirtieron muchísimo, y desde ese día todo cambió para Ferchu y Adolfo. Se los ve fuertes, alegres y con ganas de que amanezca para jugar y disfrutar de cada momento.
Mariana Medina
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