Un rey, cuyo único hijo era aficionado a ejercicios marciales, tuvo un sueño en el cual fue advertido que su hijo sería matado por un león.
Temeroso de que el sueño se hiciera realidad, construyó para su hijo un agradable palacio, y para su diversión embelleció las paredes con dibujos de todas las clases de animales de tamaño natural, entre los cuales estaba el de un león. Cuando el joven príncipe vio esto, y al ser confinado adentro, su pena explotó, y estando de pie cerca del dibujo del león, dijo:
–¡Oh usted, el más detestable de los animales! por un sueño intimidante de mi padre, y por lo que él vio en su sueño, he sido encerrado en este palacio como si yo fuera un malvado. ¿Qué haré ahora?–
Terminando estas palabras, y sin más pensarlo, estiró sus manos hacia un árbol de espinas, tratando de cortar un palo de sus ramas de modo que pudiera golpear al león. Pero una de las espinas del árbol perforó su dedo y le causó un gran dolor e inflamación, de modo que el joven príncipe cayó en un desvanecimiento. Una fiebre violenta de repente se apoderó de él, y murió no muchos días más tarde.
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